Mi oruga y mi monstruo se mimetizan y tienen una relación de amor hasta que mi muerte les separe.
Pensé que la poesía, la hierba y mis gatxs serían la solución a tanto. Pero esta noche dormiré unas tres horas y estoy escribiendo gilipolleces.
Empiezo a plantearme tantos "para qué" que empiezo a no verle sentido a nada. Total, para qué.
Porque todo me lleva a lo mismo y mis crujidos son los sonidos de las partes de mí que se van rompiendo.
Porque el ovillo de lana suave escondido entre mis sábanas se ha convertido en un erizo ahora encerrado en el armario.
Porque desactivé "No molestar", y total para qué.
Porque todo me lleva a lo mismo, y este laberinto tiene la salida volando.
Porque lo mismo me destroza, pero me hace sentir viva. Y viva, muero.
Porque la luz es un semáforo en rojo y la señal de salida no está en braille.
Que soy sorda pero no ciega. Pero mi piel aspira susurros. Pero, a pesar de todo, no sé cantar.
Se me da bien ser la equilibrista que se cae siempre para el mismo lado. Y hoy quiero caer al otro (es decir, equivocarme, desde el lado opuesto -el error siempre suele ser mi acierto, mi batalla ganada sobrevivida-).
Que no me importa lo que sueño, sino lo que hago realidad. Y quiero que sea mi cura, aunque hiera. Aunque les eche de menos, pero que se muden de cuerpo -les recordaré con amabilidad y valentía-.
Que me quiero y me respeto, y esto lo llevo por bandera, menos cuando se trata de mí. Y estoy cansada, porque esta vez se trata de mí.
Que quiero salir viva y despierta; por mí y por todas mis vidas compañeras.
Que el No, es otro tipo de Sí: el opuesto.
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