"Cruzaron el paso de cebra. Ella notaba que le pasaba algo, pero no sabía el qué (porque era lo de siempre), y no se atrevía a preguntar, por si acaso respondía.
En un amago de mostrarle su amor y cercanía, acercó su mano con calma y ternura a su mejilla dispuesta a acariciarla suavemente.
Apenas sus dedos rozaron su piel, notó cómo un manotazo la alejaba de su rostro:
- No me toques que me das asco."
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