Puedo sentirla. Cada segundo que pasa dentro de mí, puedo percibir cómo lo invade todo. Desde que mi mente o mi cuerpo despierta, es lo primero de lo que adquiero consciencia. Y poco a poco se va moviendo entre mis vísceras, entre mis músculos, entre mis huesos y mis células. Viaja a través de la sangre y el oxígeno de la respiración; pero no sale jamás.
Ella duerme cuando olvido lo que sueño, y antes de que lo haga yo, ya se ha despertado para que no la olvide jamás. Cuando duermo, me susurra su mantra, así me recuerda que forma parte de mí.
Vivo con ella, duermo con ella, miro con ella, quiero con ella, sufro y me alegro con ella. A veces pienso que ella me odia y por eso me (car)come. A veces creo que soy una elegida de mierda.
A veces solo quiero llorar. Y a veces.. solo a veces, puedo llorar.
Me cansa, me invade, me define.
Ella siempre está y si yo no estoy, la tengo detrás. Me mira directamente a los ojos para decirme que no soy sin ella; que sin ella no existo, al menos no en esta forma y sentido.
Ella cambia de color, y yo tengo los míos pero combinan, aunque yo no quiera. La siento dentro de mí como si fuera lo único que hubiera tras mi piel; como si cada uno de mis huesos estuvieran formados por ella y mi huella fuese la suya.
Veo a través de ella, y ella es la puta protagonista de mi vida que, quizá, no es mía y sea suya.
No sé cómo liberarme de ella, porque no sé si quiero hacerlo. Porque ella sin mí no sería. Y yo sin ella.. nada.
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