Nunca me han gustado las despedidas, de ningún tipo.
Hoy tocó una. Repentina, sin tiempo a pensarlo ni disfrutar del último rato.
Es raro porque despedirme de los niños y niñas es difícil, siempre lo es. Pero nunca pensé que también me costaría despedirme de sus madres y padres.
Yo nunca creí que sería capaz de llevar a cabo esta tarea. Bueno, iba a decir que siempre tuve claro a lo que iba a dedicarme respecto a los peques; pero es bien cierto que tampoco pensé nunca que se me daría mínimamente bien hacer cualquier cosa con los peques, aunque siempre quise hacerlo. Y aquí estoy :)
Estos meses, con ellos y ellas, me he redescubierto de nuevo a mí misma. Les he visto crecer (literalmente también), les he ayudado a comprender, a escribir, a leer. Les he enseñado a ser compañeros y compañeras y a ayudarse mutuamente. Que las cosas que se hacen bien están premiadas, y las que no se han podido hacer del todo bien necesitan esfuerzo apoyo y cariño. Y por supuesto, ellos y ellas me han enseñado a ser más paciente, más cariñosa y más comprensiva. El trabajo tiene su recompensa y ellos son la mía.
En mi experiencia laboral no es más que un grupo más de peques con los que he trabajado.
En mí, como persona y profesional siempre serán parte de mí. Siempre lo he dicho: yo soy porque ellos y ellas me enseñan a ser. Y si no hubieran estado, ahora sería menos yo, o quizás otra yo. Y me gusta esta Yo.
Sirve, anima mucho y sube la moral, la autoestima y las ganas que padres, madres y profes se entristezcan con tu ausencia, y digan tantas cosas bonitas sobre tu labor. Pero hay otras cosas, que sale directamente del alma de los peques que llega directamente a la mía.
"Si viene otra profe, tiene que ser tan buena y guapa como tú."
"No quiero que te vayas."
"Ya no quiero venir más si no estarás tú."
"Siempre pasa eso, cuando más queremos a una profe es justo cuando se va."
"Si no tuviera mamá, me iría contigo."
Estas despedidas.. me rompen y me llenan el alma y el corazón a partes iguales.
¡GRACIAS SOLETES! =)