El exterior

Hoy salí por la tarde. Vi la luz del sol, sí. Aunque igualmente me escondí bajo mis gafas de sol y mi melena sobre mi rostro, tapándome, escondiéndome como siempre.

Puede que en algún momento sonriera. Detuve el tiempo. Les miré, y a algunos les observé y analicé, bueno, me los inventé. Pero esos no fueron muchos. Sí, sonreí. Y me contuve la sonrisa porque venían unos niños pequeños de frente; sentí que me daría pena si pensaran que me estaba riendo de ellos. Yo nunca me reiría de un ser pequeño. Pero sonreí, y eso me dolió, porque ya no hay motivos similares a ese por el que sonreír. Ahora me jode que me haya dolido. Y ahora me da igual todo eso.

Era extraño, pero me apetecía estar ahí en la calle. Lo echaba de menos. Pero no me gusta aquí. Debo reconocer que si hubiera estado en una ciudad, o en algún otro sitio con gente, prisas, historias, vidas, ruido; me habría quedado un rato paseando. Pero nunca sentí interés por las marías cotilleando tomando café en las terrazas de cafetes, los chicos presumidos yendo al gimnasio para ser más horriblemente bellos, y las mamás floreros sacrificando sus vidas viniendo del supermercado.

Sí, hoy me reafirmé que éste no es mi lugar. Quizás estas cuatro paredes donde estoy ahora tampoco lo sean. Pero es donde el mundo exterior me hace menos daño.. Como a los alvinos y el rollo de la luz del sol.

A veces no es misantropía. La mayoría de las veces no me quejo de mi soledad; después de todo ese tiempo, ya aprendí a aceptarla, incluso a veces a sacarle partido. Hicimos un trato, ella me dijo: Yo me quedo contigo para siempre, y tú.. tú te amoldas a mí.

No es mala. Está bien la Soledad (la Sole, ya tenemos esa confianza). Peores son las marías, los chicos presumidos y las mamás floreros. Pero ojo, yo no me estoy quejando. Ni siquiera quería hablar de la soledad. Yo sólo hablaba de que me gustó sentir que me sigue gustando aquella vida al estilo ventanal. La echo de menos, a esa vida y a la ventana.

Pero eso ya son otros asuntos..
Y muchas más historias.