A veces soy gilipollas. Y otras, imbécil.
Se me ha hecho de noche. ¡Como una gilipollas! Estoy tan enfadada y cabreada. Pero ya no sé si conmigo o no.
Estoy cansada, a niveles infinitos. Y me niego a no pensar en mí por esta vez. Estoy tan cabreada que ni siquiera escribir aquí me calma.
Siento rabia por ser así de gilipollas. Y siento rabia de saber que siento rabia. Y a cada segundo me enfado más. Y quiero llorar. Porque soy una gilipollas. Y una imbécil a la vez.
¿Qué decías tú sobre el riesgo? ¿Que tú eras qué? ¿Que yo era qué? ¿Que tú querías qué?
Deja de mentir y fingir. Tú no eres la única víctima (ya que nunca te ha dado por preguntar).
¿Qué piensas hacer con todo lo que te di? Ahora mismo quiero recoger mi bártulos y pirarme. Lejos. Muy lejos de ti, lo más posible. Pero no puedo moverme.
LLorar con rabia y escalofríos. Eso me provocas.
Te echo tanto de menos y estoy tan enfadada que quiero abrazarte tan fuerte hasta dolerte.
Por una vez pensé que habría alguien en el universo que quería saber algo. Lo aposté todo a perder, sabiéndolo. Así que me pasa por gilipollas.
Lo aposté todo a perder, por ti. Y me has dejado desnuda, y sin nada. Solo con el recuerdo de lo que tú me diste y me volviste a quitar. Y el enfado y la rabia.
Ya veremos.
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