"..Amanece otro día, de nuevo. Tomo el desayuno mirando a la ventana, viendo que aún no han salido los rayos del sol. Dejo que esa oscura tiniebla se enrede en mi piel antes de que desaparezca. Sé que no volveré a sentirme tan bien hasta el desayuno de la mañana siguiente; los buenos momentos duran tan poco..
Frente a la vía espero, y espero. Me rodean personas desconocidas, absurdas, y las miro con recelo. Siempre las mismas miradas de cansancio, enfadados con el mundo que cada mañana les da una patada lanzándoles a sus rutinas, como la mía, pero menos tristes. Siempre tengo la sensación de que nadie sabe que pienso en ellos, sin pararme a observales, no me importan.
De repente.. siento una mirada brillante, centelleante, que proviene del asiento de enfrente. Su rostro me transporta a otras épocas maravillosas pasadas.. que mi recuerdo cada mañana se encarga de olvidar.
No puede ser, debo estar confundida. Pero esa mirada.. sé que es aquella que me miraba con ternura y deseo, cuando aún sólo parecía la chica más triste de la ciudad.
Me miras, quizá hayas notado que mis oscuros ojos esconden que lo sigo siendo, a pesar del tiempo. ¿Me habrás reconocido..?
¿Cuánto tiempo ha pasado desde los primeros errores, del interrogante en mi mirada? La ciudad gritaba, y maldecía nuestros nombres. ¡Jóvenes promesas! No.. no teníamos nada..
Dejando en los portales los ecos de mis susurros. Buscando.. cualquier rincón sin luz..
Te agarré de la mano, tan fuerte como pude. No.. no sólo tú tenías miedo del futuro. Huíamos, pero siempre estábamos. Jamás me soltaste, mientras duró.
Cada noche al regresar a casa, la oscuridad me arropa. Me siento más sola que nunca, más dolorida que el día anterior. Me grito que hice bien al huir cuando me soltaste, y nuestros cuerpos se separaron para siempre.
Quizá nunca debiste hacerlo. Quizá ya me cansé de obligarme a olvidarte cada noche.
Y ahora te veo ahí, y mi interior me quema. Ojalá vinieras, me cogieras de la mano, y me susurraras que nunca jamás me volverás a soltar. Pero sé que ahora.. ahora ya es tarde para amarme.
Me gustaría poder hablarte antes de que me marche. En mi interior revolotean palabras. Siento la necesidad de susurrarte al oído algunas cosas para que el mundo entero, y mi corazón, lo sepan. Y mirarte a los ojos, y tal vez recordarte.. que antes de rendirnos ¡fuimos eternos..!
Te levantas decidido y te acercas a mí. Y algo en mi pecho se tensa, se rompe.. "¿Cómo estás? Cuánto tiempo.. ¿Te.. acuerdas de mí..?".
Lentamente de un salto, me pongo de pie frente a ti. Quiero mirarte con ternura, quiero rozar tu piel, acariciar tu rostro, cogerte de la mano, apretarte junto a mí, desearte. Quiero besarte..
Pero en mi rostro sólo aparece una tímida y absurda sonrisa. Y mi ilógica mente, más asustada que nunca, va dictando a su antojo a mis labios.. "Perdone, pero creo.. que se ha equivocado..".
En cada milésima de segundo que transcurre.. quiero rectificar cada palabra que no quise decir. ¡Te lo grito con la mirada!, pero desde que me soltaste.. mis ojos aprendieron a mentir bien.
"Disculpe, señorita.. Me recuerda tanto.. a una mujer que conocí hace ya.. algunos años..", y me miras con tristeza, como si realmente sintieras que no soy yo.. y quisieras inventar que así es. Pero yo sigo muda, inmóvil. Tú das media vuelta, y te marchas de nuevo a tu asiento.. Tu rostro parece más viejo y más cansado que nunca.
Estiro mi brazo y grito, en un último intento, y empleo todas mis fuerzas para poder gritar tu nombre, rozar tu hombro. Pero ya no me oyes, ya estás muy lejos..
Cada día amanece, de nuevo. Tomo el desayuno mirando a la ventana, viendo que aún no han salido los rayos del sol. Dejo que esa oscura tiniebla se enrede en mi piel antes de que desaparezca. Sé que no volveré a sentirme bien hasta que nuestras miradas vuelvan a cruzarse en el mismo vagón; los buenos momentos duran tan poco.."
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